Aquella niña que jugaba a ser mujer hoy se atreve a hacerme
reír.
La conozco bien,
su boca es un poema que me enseña aquello que mis años de
estudio jamás podrán.
Con dos años disfrazada de sirena y ya tenía esa mirada que te obligaba a sentir,
pero hoy,
con adornos de soledad y tristeza,
sentada en la mesa,
bolígrafo y cuaderno en mano,
y esa tableta de chocolate en el sitio de mi cerveza,
ella prefiere disfrazarse de poesía.
Recorre las calles con música en los oídos,
Sumergida en fábulas que sueña con hacer realidad,
y que, algún día, hará completamente suyas.
En su mundo no existen las utopías,
vive en su caos organizado,
un drama deliberado,
Nunca comprenderé como puede ser tan fuerte y tan débil a la
vez,
tan irracional y tan calmada.
Tan sensual y tan sentida.
Juro que no miento,
esa niña es la mujer más interesante que jamás he conocido.
Tenemos la amistad más simple que haya existido.
Tenemos lo que nadie tiene,
Sin saberlo,
Nos tenemos el uno al otro.
Y así nos queremos,
haciendo del sexo poesía,
hijos de versos,
caricias de palabras,
besos de sílabas.
Días que comienzan con un “te quie…” y terminan bajo sus
sábanas,
desnudos,
en la cuerda floja,
tambaleándonos en abrazos.
Venga.
Nos queremos,
admítelo ya.
Nos queremos con todo nuestro orgullo.
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