Un día
al salir de clases mi amigo Efraín me invitó a comer a su casa. Yo estaba muy
entusiasmado, pues era viernes y pensé que nos íbamos a pasar toda la tarde
jugando videojuegos. (Le acababan de comprar una consola nueva).
Sus padres
de mi camarada eran dos personas muy simpáticas. Al llegar a su domicilio ya me
estaban esperando con los brazos abiertos. Nos sentamos a la mesa y comimos de
todo. La comida estaba deliciosa (aún recuerdo que me sirvieron pollo frito con
puré de patatas y de postre pastel de chocolate).
Luego de
comer, su madre de Efraín le dijo: ¡Acuérdate que los videojuegos están
castigados hasta nuevo aviso!
Al oír eso,
todo mi plan inicial se vino abajo y pensé que me iba a aburrir muchísimo, ya
que mis padres iban a pasar por mí alrededor de las ocho de la noche y todavía
quedaban muchas horas por delante.
Disimulé lo
más que pude y le dije a mi amigo: No importa. Estoy seguro de que
encontraremos otra forma de pasarla bien.
Poco
después, sus papás de Efraín nos dijeron que tenían que salir debido a que se
había presentado una emergencia. También nos comentaron que podríamos hacer lo
que quisiéramos con excepción de una sola cosa:
– Efraín
recuerda que nunca debes subir al desván. Replicó su padre de forma enérgica.
Estoy seguro
que ya adivinaron que fue lo que hicimos en cuanto ellos salieron del
domicilio. Tomamos una escalera, abrimos la puerta de la guardilla y entramos
sigilosamente.
Era un sitio
muy oscuro y frío, encendimos nuestras linternas y lo primero que vimos fue un
libro que llevaba por título “Cuentos de terror”. Lo ojeé un poco y leí un
título que decía la leyenda del perro con botas.
Instantes
después un perro apareció con un hueso en el hocico, lo seguimos hasta que se
escondió detrás de unas cajas. Rápidamente las movimos sólo para percatarnos de
que el animal había desaparecido. Sin embargo, una cosa llamó mi atención, en
una de las cajas se encontraban guardados un montón de huesos.
Mi amigo los
miró y dijo: ¿qué extraño?
– Sí,
realmente me asustó esa caja de huesos. Le respondí.
No, lo
raro es que la caja lleva el nombre de Marlene, así se llamaba mi hermana.
Nunca la conocí, murió antes de que yo naciera.
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